La Adicción de Los Estados Unidos por La Mano de Obra Barata: Lo Que Los Demócratas y Los Republicanos Pasan por Alto

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Lo que le falta al debate sobre inmigración que se está cocinando en el Congreso y en las legislaturas estatales es... bien... honestidad, tanto por parte del GOP como por parte de los demócratas. El problema de la inmigración en los Estados Unidos no está causado por hordas de mexicanos ni demás que se estén colando de forma ilegal por unas fronteras mal custodiadas, ni que éstos quiten trabajos de los estadounidenses desempleados. Tampoco está causado por las políticas del gobierno que criminalizan a los trabajadores que cruzan la frontera en busca de trabajos que los estadounidenses se nieguen a realizar. No. El problema real de los Estados Unidos es su adicción por la mano de obra barata.



Esto se aplica a los negocios, al consumidor, a los demócratas y a los republicanos, de la misma manera. Podría tratarse de un vicio con el que romper de forma fácil si no fuera por el hecho de que nuestra nación se ha estado hinchando y elevando a causa de esta droga durante los últimos trescientos años. Las trece colonias originales se tambaleaban al borde de la bancarrota, hasta que los propietarios de las plantaciones empezaron a importar esclavos granjeros provenientes del oeste de África. En un corto período de tiempo, la rentabilidad de las plantaciones de los Estados Unidos se disparó de forma exponencial. Los inmigrantes del este europeo llegaron más tarde para trabajar en las fábricas de New York, Chicago y Detroit. La mano de obra china se explotó para construir los grandes sistemas de ferrocarril en el oeste.

No hay nada moralmente incorrecto con el deseo de muchos estadounidenses de cerrar las fronteras de los Estados Unidos para evitar los posibles choques culturales que conllevan la llegada de gente que habla otro idioma, o las tensiones laborales causadas que se generan al haber inmigrantes dispuestos a realizar los mismos trabajos que los estadounidenses por un salario por debajo de lo digno. Se trata de que la crisis moral se da cuando nos mentimos a nosotros mismos y rechazamos reconocer el hecho de que la misma estructura de nuestra sociedad está basada en la mano de obra barata e inmigrante.

Llegué a comprender estos asuntos en términos prácticos mientras vivía en Japón, hace algunos años atrás. La comida y prácticamente todo en ese país es caro. La gente de clase media vive en diminutos apartamentos, porque los costos de construcción son elevados. Como sociedad relativamente homogénea, Japón ha escogido cerrar sus fronteras a los extranjeros, pero, ¿qué significa esto, realmente? Por poner un ejemplo, si vas a un banco local de una ciudad japonesa antes de que abra por la mañana, el gerente del banco y sus empleados estarán en el exterior, barriendo el aparcamiento o limpiando las ventanas y las puertas de cristal. Las escuelas no tienen conserjes. Incluso los jardines de infancia tienen escobas pequeñas, recogedores y cubetas de agua para poder limpiar el piso. Recuerdo cómo una conocida mía se quedó asombrada cuando le dije que Tokio era tan limpia porque los niños crecen educados para responsabilizarse de la limpieza de su entorno. La mujer se dirigió a mí y me dijo un tanto enojada: "Yo nunca permitiría que mi hijo limpiara la escuela. Después de todo, ¡no le envío ahí para que haga de conserje!"

Romper con la adicción por la mano de obra barata es tan difícil como romper con una adicción por la heroína o por el crack de cocaína. Está alimentada por actitudes sociales que estipulan que la gente que limpia nuestros hogares, escuelas y oficinas se ha de distinguir fenotípicamente de los que están a cargo de nuestras corporaciones.

Aún así, los Estados Unidos pueden elegir cerrar sus fronteras, pero esa parte del argumento sobre la inmigración sería mucho más fuerte si los que están en el Congreso, y que mantienen esas ideas, demostraran que pueden limpiar sus propios inodoros.

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